sábado, 16 de septiembre de 2017

Los cuervos (1961)




Director: Julio Coll
España, 1961, 92 minutos

«Para esta operación hace falta un hombre que se preste voluntariamente a morir...»

Los cuervos (1961) de Julio Coll


Dedicamos esta película a todos los hombres honrados que aún quedan en el mundo. A todos aquellos que trabajan, aman y sufren en las grandes ciudades, y creen en la honestidad de sus semejantes.

La explicitud del título no deja lugar a dudas sobre la naturaleza de las relaciones que unen a los personajes de esta cinta coescrita por Julio Coll y José Germán Huici a partir de una historia de Gabriel Moreno Burgos: como el sombrío pájaro carnívoro de brillante plumaje negro, filmado en los títulos de crédito iniciales al compás del soberbio fondo jazzístico compuesto para la ocasión por José Solá, los miembros del consejo de administración de la compañía Zetumeno S. A. harán lo imposible por sacarse los ojos los unos a los otros en una contrarreloj de consecuencias imprevisibles.

Porque don Carlos, máximo accionista de la empresa y al que encarna el actor Jorge Rigaud, padece una enfermedad cardíaca que puede acabar con su vida en cualquier momento, circunstancia que será aprovechada por el ladino César (secretario personal del patrón, interpretado por Arturo Fernández) para urdir el plan perfecto que sacie sus aspiraciones de venganza. Y es que el joven arribista no sólo ha seducido a Laura, hija de don Carlos (la mejicana Rosenda Monteros, quien había intervenido, un año antes, en Los siete magníficos), sino que, además, el padre del propio César se arruinó por culpa del que ahora es su jefe.



De lo cual se deriva una segunda trama, mucho más próxima a las fabulaciones de la ciencia ficción que no a los entresijos de las altas finanzas o de la burguesía barcelonesa, en la línea de títulos como Los ojos sin rostro (Georges Franju, 1960) o Los crímenes del doctor Mabuse (Fritz Lang, 1960). Esos enigmáticos doctores alemanes, capaces de llevar a cabo los más arriesgados experimentos montando su clandestina sala de operaciones en una ruinosa mansión de las afueras, recuerdan enormemente a los dementes científicos que protagonizaban los mencionados filmes.

De modo que, adelantándose en varios años a los avances médicos, Los cuervos hablaba ya de trasplantes de corazón, aunque, por otra parte, también es bastante actual el tratamiento que se hace de la corrupción empresarial y de la especulación bursátil, con delirantes escenas rodadas en el parqué de la ciudad condal, donde las acciones de Zetumeno suben y bajan en función del estado de salud de su presidente.


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