domingo, 17 de septiembre de 2017

Furia española (1975)




Director: Francesc Betriu
España, 1975, 76 minutos

Furia española (1975) de Francesc Betriu


A buen seguro que el rodaje de Furia española debió de ser muy divertido a juzgar por lo disparatado de muchas de sus situaciones. Con el telón de fondo de la Liga de Cruyff, la película mostraba una instantánea de la ciudad condal que hoy en día se nos antoja impagable, poblada por criaturas cuyo universo tenía como epicentro las Ramblas y sus oscuros aledaños. La misma Barcelona sórdida que Francesc Betriu volvería a retratar, décadas después, en su documental Mónica del Raval, aunque los pisos turísticos y la especulación urbanística le van restando autenticidad de año en año.

Sebastián, su protagonista, trabaja cobrando las entradas en las golondrinas del puerto. Interpretado por Cassen, es el típico pusilánime que tantas veces retrató el cine cómico español en los sesenta y setenta: sin más ambición que celebrar los goles del Barça, su vida transcurre entre fulanas del barrio chino hasta que conoce a Juliana (Mónica Randall), que no es mucho más honesta pero accede a casarse con él. Mientras tanto, don Amadeo (Carlos Ibarzábal), su suegro, se dedica a cultivar marihuana en cajas de zapatos desperdigadas por toda la casa, con la esperanza de forrarse.

Mónica Randall (Juliana) en el puerto de Barcelona

Y cuando, finalmente, Sebastián y el resto de socios de la peña barcelonista Estanislao pueden cantar el alirón en el Camp Nou, Juliana se pone de parto. Aunque, teniendo en cuenta que incluso las monjas de la maternidad son culés acérrimas, hasta las posibles complicaciones que experimenta la parturienta pasan a un segundo plano.

En suma, la estampa que se mostraba en Furia española a través del humor negro era la de una realidad sumamente degradada, cuyos alienados habitantes buscan consuelo en el sexo o en el fútbol. Análisis un tanto tosco de la sociedad tardofranquista, pero que no es lo más interesante de la película. Porque lo llamativo del trabajo llevado a cabo por Betriu y su colaborador José Luis García Sánchez son esos pequeños detalles que van dejando dispersos en uno u otro plano, como si de un cuadro de El Bosco se tratase. Por ejemplo, el libro que reposa sobre una mesa en casa de Juliana y que lleva por título La verdadera historia de Matesa. O la pintada que hay a la entrada de dicha finca y que reza "Parleu català" (más tarde volverá a aparecer, pero alguien la habrá tachado). Son, en fin, pequeños indicios de lo que se estaba cociendo a nivel político y que anunciaban un cambio inminente en la sociedad española.

Cassen y Ovidi Montllor (derecha) en el Nou Camp

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