domingo, 10 de septiembre de 2017

El beso de Judas (1954)




Director: Rafael Gil
España, 1954, 93 minutos

El beso de Judas (1954) de Rafael Gil


Hay una escena de El beso de Judas que capta a la perfección la esencia de lo que pretendía ser esta película: acogidos en casa de un rico judío, Jesús y sus discípulos descansan mientras la hermana de Lázaro unge los pies del Maestro con un preciado perfume. Atónito ante lo que está presenciando, Judas se levanta para interpelar: "¡Con lo que vale ese perfume, podríamos vivir nosotros un año!" "Calla ahora", le responden los apóstoles. "¿Por qué? Ya hace tiempo que callo demasiado. ¿Por qué no se vendió ese perfume en trescientos denarios?" "Es para el maestro", le aclaran. Y él replica: "Con ese dinero podrían comer muchos pobres." Jesús concluye: "Déjala, porque ha hecho conmigo una obra buena. A los pobres siempre los tendréis con vosotros, pero a mí no me tendréis. Piensa que me está ungiendo para la sepultura..."

Explicar la Pasión de Cristo desde el punto de vista de Judas era una idea sin duda insólita y, tal vez por ello, había que aprovechar la ocasión para mostrar la imagen de un Judas subversivo, siempre rodeado de sus papiros, y cuyas proclamas recordasen vagamente las de cualquier líder izquierdista al uso. Planteamiento tan perverso como interesado, pues presentar al delator de Cristo como un demagogo populista era una oportunidad inmejorable para explicar el pasado bíblico desde la óptica del nacionalcatolicismo franquista.



Aun así, el papel interpretado por Rafael Rivelles excede en mucho al del resto del reparto, donde ni siquiera el centurión al que da vida Paco Rabal iguala en intensidad dramática al del apóstol traidor. Y es también curioso comprobar cómo Rafael Gil, que rodó parte de los exteriores en Tierra Santa y el resto entre Águilas y Lorca (Murcia), optó por no mostrar la cara de Jesucristo más que en un plano fugaz, ya hacia el final, anticipándose con ello en un lustro a la idéntica solución adoptada por William Wyler en Ben-Hur (1959).

En fin, Ecce homoPater dimitte illis, non enim sciunt, quid faciunt¡Elí, Elí! ¿lama sabactaní? Consummatum est: todos los lugares comunes habidos y por haber se acaban dando cita en esta superproducción Cifesa de cartón piedra, con Judas rechazado por el mundo en la noche santa de la Pascua hebrea y conducido por el azar hasta la casa donde están construyendo la cruz para el hijo del hombre. Se desata entonces la debacle y el desgraciado clama afligido:"¡Yo lo he vendido! ¡Era Dios! ¿No lo veis? ¡He pecado contra el cielo, la ira de Dios cae sobre nosotros! ¡Tomad vuestro dinero!" Y las treinta monedas de la infamia acaban rodando por el suelo con la misma indiferencia con la que las piernas del Iscariote penderán finalmente de un árbol.


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